Dead End

Dead End

Su sombra fue la primera en abandonarla. Desapareció mientras cruzaba un callejón oscuro, sin la menor disculpa ni despedida.

Poco después se desvaneció el sonido de sus pisadas, aunque al menos ellas dejaron grabada una cinta con antiguos paseos, que a veces escuchaba cuando le invadía la nostalgia.

Ese mismo año, se vio obligada a dejar marchar, uno tras otro, el olor de su piel, el color de sus ojos, y aquel pequeño crujido con el que sus dedos solían quejarse en invierno.

Cuando finalmente perdió su nombre, ya no había lugar para la sorpresa.

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1 comentarios:

NemesIsa dijo...

El encuadre perfecto para el voyeur...

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